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En busca de un final

Patricia Cardesa

Capítulo 18: Segunda oportunidad

El conductor se ha topadao con varios coches de policía que cortan la carretera. Lucía y él se miran angustiados.
- "Ya está"- le susurra Lucía al oído- aquí ha acabado nuestra huída. Este control lo han organizado para detenernos a nosotros. Ya no tenemos escapatoria.

Un policía sube por la puerta delantera e informa de que un camión cargado con materiales tóxicos ha volcado y continuar el viaje por esa carretera resultaría muy peligroso. Por eso, aconseja al conductor que retroceda un par de kilométros y que coja un maltrecho desvío. La carretera es muy vieja pero en esta ocasión es más segura que la carretera sinestriada.

Lucía no se lo puede creer. ¡Por segunda vez se ha librado de ir a la cárcel! Se recuesta de nuevo en los hombros del chico y sonrie. No sabe porqué pero está segura de que las cosas les van a ir bien a partir de este momento.

El traqueteo del autobús al atravesar la vieja carretera consigue que Lucía por fin se duerma. Aunque no podrá afirmar que sus sueños son tranquilos

CAPITULO 1: EL VIAJE

CAPITULO 1: EL VIAJE - ¡Lucia, Lucia no lo hagas, es una locura! Lucia, hija, me escuchas!¡Por favor, vuelve a casa!- grita tu madre a través del teléfono público de la estación.
- No mamá, no pienso dar marcha atrás. Durante estos últimos días te he dicho muchas veces que me marchaba, pero claro! No me has creído! No me veías capaz de hacerlo. Pues aquí me tienes en la estación de tren.
- No es eso hija! Claro que sé que eres capaz. A mí no me tienes que demostrar nada.
- ¡Basta ya! Mi tren ya ha llegado. Esta vez sí que me marcho. Adiós mamá.
- No Lucía, no te vayas.... ¿Lucía? ¿Hija?

Pero tú ya has colgado el teléfono y tras un profundo respiro te diriges hacia tu tren. Después de atravesar varios vagones, encuentras el asiento 135 y sonríes: tus tres números favoritos reunidos en un solo viejo asiento de cuero. ¿Quién sabe, quizá sea una afortunada premonición...? Un grave pitido te saca de tus ensoñaciones e inmediatamente sientes el traqueteo del tren. Colocas tu arañada maleta azul sobre tu cabeza y por fin, te sientas. No entiendes como puedes estar tan cansada, tan solo hace un par de horas que saliste de casa. Pero pronto te das cuenta que no es cansancio lo que agarrota tus músculos. Es una combinación de nervios, miedo e inseguridad la que bloquea tus manos y no permite que las relajes hasta el punto de sobresaltarte con tu propia imagen reflejada en la ventanilla. Es entonces cuando una sonrisa nerviosa afloja lentamente tus labios.¡Lo he hecho! Susurras despacio......................